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1° DE FEBRERO EL PRIMER CASO DE COVID-19 EN MÉXICO

En las condiciones de la cooperación entre cerebros, el acto de resistencia actúa contra el poder /enfermedad, pero debe ser al mismo tiempo un acto de creación, de invención, que actúa en el plano de la proliferación de los posibles.

 

Maurizio Lazzarato

Entre la pluralidad de la crónica, fugas detrás de una puerta cerrada

Iniciaba el mes de marzo, y nuestros pensamientos ya eran arrebatados por aquel espectro en forma de corona, por culpa del cual nos hallaríamos días después en una especie de insilio.[1] Una semana antes del 11 de marzo, algún alumno en una junta me preguntaba si cerraríamos la escuela. Nos parecía todavía remoto considerar esa posibilidad. Eran días de falsas conjeturas y sospechosa información, yo contestaba: si nos lo hacen saber de manera oficial, de inmediato la escuela se cierra. Horas posteriores, el primer comunicado nos alertaba de no propalar información que no fuese certera y nos dotaba de las vías institucionales para corroborar lo que estaba por acontecer; días después, estábamos creando una comisión de salud y, finalmente, era oficial, las instalaciones de La Esmeralda se cerraban a partir del día 23 de marzo. Una inédita contingencia sanitaria por infección del (SARS CoV-2), todavía entre nosotros, nos sometería a pensar en otras formas de vida y de normalidad, en otras formas del fin del mundo y de reconocernos entre nosotros.  

            Entre comunicados, oficios, plenarias, largos proyectos de fechas simultáneas, comenzamos a interrogar al aire con suma prudencia, y delimitar con celeridad todos los frentes abiertos no sólo de nuestras familias sino de nuestra comunidad, de nuestra otra familia, la de la Escuela. Docentes, administrativos, estudiantes, intendentes, vigilantes, todas personas en potencia vulnerables, de repente todos y todas en confinamiento; las primeras sombras de soledad en los edificios de “La Esmeralda” en plena primavera, nuestra normalidad desalojada y nuestra existencia en sitio. Las heridas, al presentarse abril, ya galopaban con nosotros: estudiantes en el extranjero sin posibilidad de movimiento; estudiantes foráneos reportándose enfermos y solos aquí en la ciudad: las fronteras cerradas no sólo en el extranjero sino al interior del país; docentes contagiados, padres enfermos, familiares acaecidos, personas todas muy queridas que no fueron ni serán olvidadas.

         Han pasado casi seis meses en el insilio y las interrogantes y las expectativas nos persiguen de todas las maneras posibles; cuando la normalidad se altera, éstas surgen a borbotones, dispuestas a no soltarnos. Dubitaciones sobre nuestra existencia más íntima, sobre nuestros sueños, y sobre el poder concreto de la realidad para realizarlos. En nuestro caso como comunidad, nos preguntamos ¿Qué hacer frente a un estado de emergencia como éste? ¿cómo responder como estudiante, docente, administrativo, como institución?

         Hemos vivido sin domingos, los días fluyen pensando, inquiriendo, tratando de no doblegarnos ante aquel espectro que amenaza con oscurecernos el pecho; tampoco nuestro ímpetu se ha derrotado, por el contrario, la disposición a rescatarnos a partir del aprender y enseñar, nos dicta maneras que no imaginamos, cruzando por vías irrestrictas, más nobles. Aquí la entrega de quien enseña y de quien hace lo posible por aprender pese a todo.

         Más allá de las respuestas, nuestros procesos hablan por nosotros. El proyecto Crónicas visuales de una pandemia revela nuestra insistencia, nuestra incidencia, nuestra fortaleza y nuestra humanidad. El dolor, la perdida y la incertidumbre, han hecho que nuestros corazones, nuestras mentes y nuestras voluntades ya no se nos asemejen, ahora ya pertenecen a otros, están por lo otros. En ellos nos encontramos sensibles, éticos, entusiastas, amorosos, valientes, eficientes. No se puede hablar de una comunidad en concreto, porque resultó ser más grande y más generosa de lo que antes habíamos visto. Si bien, no sabemos de emboscadas futuras, si de nuestras barricadas, esos lugares desde donde se abren las fugas detrás de nuestras puertas cerradas.

 

Un profundo y cariñoso agradecimiento a todas y todos nosotros, a nuestra institución, a los y las docentes, las y los estudiantes, a sus padres, a sus familias. Nuestro sentido pesar por quienes ya no están y nuestra voluntad con ustedes.

 

[1] Término acuñado por el teórico brasileño Arlindo Machado, quien describe al insilio, relativo al exilio, pero en el adentro, como aquello que te excluye y te recluye en tu propio país, en tu propia casa. Una analogía del confinamiento.

Karla Alexandra Villegas Ramírez

Directora

Escuela Nacional de Pintura Escultura y Grabado "La Esmeralda"

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